Pon tu mano en la mano de aquel que te da la mano…

Quiero iniciar este escrito con este verso tomado de una bonita canción… pareciera un juego de palabras, pero describe bien lo que la vida y el Señor nos ha donado vivir durante este tiempo de cuarentena en la fraternidad de Villavicencio (y creo que también en otros lugares)… No ha sido fácil dejar de encontrar a los niños y a sus familias en el centro educativo o en nuestras parroquias y en nuestros barrios… pero una vez iniciado este tiempo de confinamiento, casi de inmediato muchas de estas familias que viven de trabajos informales, de pequeños comercios en nuestras calles… familias colombianas y familias venezolanas, han venido a nuestra puerta trayendo en sus ojos el sufrimiento de “no saber cómo hacer para vivir en este tiempo, cómo dar de comer a sus hijos”… Entonces como fraternidad hemos iniciado a pensar en la respuesta que podríamos dar, y la providencia y el amor del Señor no se hizo esperar, y casi de inmediato, algunas personas que han aportado al sostenimiento del centro educativo, han extendido sus manos para donar algo de sí, nosotras como fraternidad hemos abierto las nuestras para recibir el don y lo hemos puesto en las manos de quienes golpean a nuestra puerta, y así se ha convertido en un “entrelazar de manos”, que aún en tiempo de distanciamiento social, ha sido la oportunidad de estrechar los corazones y hacer circular el amor y la solidaridad… ha circulado tanto, que ha tocado al propietario del supermercado y también él ha abierto sus manos para que algunas familias puedan recibir un poco de pan… y así entonces juntando las manos… las de quienes donan, las nuestras, las de Jesús… sigue circulando el amor… sabemos que habrá que seguir pensando, imaginando, buscando la manera de que estos gestos se mantengan en el tiempo y se conserven en el alma.