CUARENTENA ¿SEÑOR…QUÉ QUIERES QUE HAGA?

Inició contándoles un pensamiento que he venido analizando de mi vida y de la realidad que estamos afrontando: “A mis cuarenta, en cuaresma entramos en cuarentena” algo que suena aislado, sin mucha relación, pero en mi vida ha ido tomando trascendencia como un signo de Dios en una persona concreta, en un espacio y un tiempo determinado; por eso no puedo dejar pasar este tiempo de cuarentena sin la contemplación y una mirada de fe y esperanza de cada una de las realidades que me ha permitido Dios ver y experimentar.
Un día en catequesis explicaba a los niños el tema de la cuaresma y un niño me dice: Entonces la cuarentena es un tiempo para…a mí me sorprendió la relación que hacía de las palabras cuaresma y cuarentena y rápidamente busque aclararle la diferencia de los términos, dando la palabra a una catequista quien es mamá, para que orientara mediante un ejemplo de su vida lo que es la cuarentena, y así regresé nuevamente a la explicación del tema.
La forma de manejar esta situación encierra una debilidad del ser humano, en la cual no entramos en una dinámica de iglesia universal, sino que muchas veces nos encerramos en un pequeño contexto; Pero la participación de este niño desestabilizó nuestra mentalidad, quien a la vez actúo como enviado de Dios que profetizaba aquello en lo que debíamos ir profundizando y preparándonos para vivir; pero mi apertura al espíritu de Dios fue un poco como la Sara, de incredulidad para escuchar la voz de otros, y de poca humildad para dejarme interpelar por los pequeños que claman y nos guían.

Así es como empecé este tiempo, con asombro; porque es una realidad de la que no hablaba, porque la creía tan lejana, pero ha llegado a tocarnos y a desarticular todo aquellos que teníamos como seguro y como verdad en nuestras vidas. Es una llamada a remar mar adentro, sentir el miedo y el silencio de la noche y ver nuestra fragilidad como seres humanos, seres finitos, que necesitamos la fuerza de nuestro creador para salir y volver a pisar nuevamente la tierra de nuestra fraternidad, obras sociales, barrios ciudades, país y mundo… ¿cómo volveré a pisar nuevamente este suelo y en compañía de quién o quiénes?, son interrogantes que van quedando del estar en casa, para ir asumiendo la vida de una forma diferente e ir madurando cada día más en la fe.
De esta forma se ha ido transformando muchas cosas en mi vida. El inicio de la cuarentena me costó, porque aún tenía muy marcado lo que debía hacer del centro educativo, de la catequesis; y luchando contra mi voluntad me esforzaba por lograr culminar dichas actividades; entonces aún seguía con mi mente afuera aunque quedándome en casa y sobretodo con el afán de realizar las cosas; pero a medida que transcurrió el tiempo también fui entendiendo que era incierta la duración de esta pandemia y cómo también lo que yo quería realizar de pronto no tendría alguna importancia para cuando pudiéramos regresar a nuestras actividades normales y habría sido un tiempo perdido, cosechando un tesoro que tendría poco valor al final y que en realidad me estaba negando vivir el presente con toda su riqueza.
Luego de toda esta revolución en mí, me fui interesando más por mi fraternidad y el orden de las cosas, por hacer felices a las personas que estaban a mi alrededor, por ese prójimo que me esperaba, y a trabajar para que mi presencia sea felicidad para ellas y alivio en sus preocupaciones; así empecé a hacer recetas de cocina, a procurar que la casa estuviera más bonita, a compartir más tiempo con las hermanas, a hacer de cada momento una fiesta y una oportunidad para celebrar la vida.
En este panorama creo que ha sido un tiempo maravilloso, que le ha ofrecido muchas luces a mi vida y en el cual estamos renovando y acogiendo lo verdaderamente esencial para nuestras vidas a nivel espiritual y humano, en el cual se han ido transformando costumbres y estilos de vida.
Claro que en estos pasos doy gracias a Dios porque hay una fraternidad abierta, generosa y creativa que también ha hecho todo lo posible por vivir la gratuidad y la sororidad, y no solamente hemos limpiado la casa a nivel físico sino que a nivel interno tenemos un espacio lindo y limpio para poder respirar mejor el oxígeno de la vida, Dios; no se necesitan respiradores artificiales cuando la presencia del espíritu de la fraternidad se hace vida…

El Señor ha estado grande con nosotras y estamos alegres (Salmo 125,3)