“Cantare por siempre las misericordias del Señor”. Suor Diana

¡Hola!  (Estoy a la izquierda de la foto) Me presento, me llamo Diana Milena Alzate F., soy de un pueblo pequeño Alcalá (Valle); y soy religiosa de la Sagrada Familia.

Mi historia, o, mejor dicho, la historia de Dios conmigo, viene entretejida con otras muchas historias, en primer lugar, la historia de mis padres, Ely y Lucia. Soy la tercera de cuatro hermanos. De mis padres aprendí a rezar, a asistir a la Eucaristía los domingos, los sacramentos, el valor del perdón, el sentido de la fidelidad, los valores cristianos y tantas otras cosas que también hoy sigo recibiendo de ellos, pues nuestros padres, gracias a Dios, siempre ejercen su misión con nosotros por mucho que hayamos crecido.

Este ambiente fue propicio para que, al invitarme Dios a su seguimiento, pudiera responder afirmativamente, pues, sin saber muy bien a dónde me llevaría, ya tenía yo la certeza de que Dios no quita nada, sino que abre los horizontes más allá de nuestra perspectiva humana y nos da mucho más de lo que podemos soñar.

Son muchas las personas y circunstancias de las que Dios se sirvió para llevarme a la vida religiosa franciscana. Antes que nada, junto con mis padres, mis hermanos, y el ejemplo de las religiosas de mi colegio.  En ellas (las hermanas) pude conocer de primera mano lo que es una comunidad de cristianos: “es comunidad viva, vibrante, enamorada de Jesús, frágil y pecadora, pero con la mirada puesta siempre en Él; desde siempre la devoción a María Santísima me acompañó.

Entré a formar parte de esta nueva familia religiosa en 1992; hice mis primeros votos en 1996, hace 23 años. Nunca soñé que llegaría a ser una hermana, quienes me conocían parientes y personas cercanas me llamaban “Sor Sorpresa”. Mi historia es única, como la de cada una, no es que conocía mucho de la vida religiosa, aunque estudié mis últimos años de bachiller con Religiosas, pero no había cercanía, ni simpatía para dar este paso.

Mi vida  considero que era como la de cualquier  joven de mi época: “trabajadora, alegre, deportista, humorista, sociable, recochera”, sin embargo,  empecé a experimentar el deseo de algo más, y a tener la certeza que Dios me llamaba a vivir de un modo particular como hermana.

Dios me llamó a compartir la  formación con otras jóvenes que en medio de nuestras travesuras, nos sentíamos en casa y atraídas por la vida comunitaria y la oración. Es esta la base común que me da esperanza para el futuro: “Dios nos llama y nosotros respondemos con todo nuestro corazón”. Aunque nuestros números estén disminuyendo, estamos aquí, llamadas por Dios para amar y servir a su pueblo con gran pasión.

En estos años de consagración he aprendido tanto del testimonio de las hermanas de Colombia, Italia y Africa; he experimentado en su compañía la vida entregada a Dios, sin tiempo propio, siempre disponible, visitando a las familias, gastando el tiempo con los jóvenes y los niños…vidas partidas para que otros tuviesen vida. Una suave y firme certeza se ha ido forjando en mi corazón: ¡Dios me quiere así! Entregada, partida, rota, enamorada toda de Él para ser por Él, a través de María, todo para los demás. En esta historia Dios se ha hecho presente de una forma maravillosa.

A ti que lees este testimonio, déjate sorprender por Él, ponte a la escucha de Jesús, ¡vale la pena!, te lo aseguro. Me siento muy honrada de estar aquí, y tan feliz de dar esperanza, aunque a veces las dificultades nos hacen desacomodarnos y volver a comenzar.  ¡Es Verdad! como hermanas  hemos elegido un camino que nos ofrece cada día muchos desafíos, pero llegamos a nuestras comunidades con la fe puesta en Dios, para orar juntas, para trabajar y para servir.

Admiro a las mujeres que están de pie junto a mí en la vida religiosa hoy en día.

“Estamos aquí y damos testimonio del amor que Dios tiene por el mundo”.       

   Hna. Diana