GRAZIE! Suor Martha Lucia

Sono Martha Lucia Chingatè Acosta, da 19 anni sono suora francescana della Sacra Famiglia. Sono nata in un paesino della regione del Cundinamarca che si chiama Une, qui circondata dalle montagne ho mosso i miei primi passi nella fede.

La mia famiglia non è molto credente, però c’è impressa nella mia memoria la testimonianza della fede del mio nonno, che sempre pregava la Vergine Maria prima di dormire, e fin dalla giovinezza le chiedeva di non morire per una malattia lunga e Dio glielo ha concesso. La sua costanza, perseveranza e amore continuano ad essere un segno per la mia vita.

A scuola c’erano degli incontri con un sacerdote, mi piaceva molto partecipare e mettevo impegno nel catechismo, ma lo facevo soprattutto perché il sacerdote ci regalava delle medaglie e delle immaginette religiose. Nel frattempo però cresceva in me anche l’interesse per la Parola di Dio che mi aiutava a vedere la realtà con uno sguardo diverso.

Nel tempo dell’adolescenza questo interesse si è affievolito e avevo più interesse per gli amici e le vanità. Finita la scuola, però, la presenza di Dio si è fatta di nuovo forte attraverso la realtà, nella povertà delle persone che soffrono, nelle persone che vivono per la strada, nei giovani, nei bambini e negli anziani. C’era in me un dolore profondo, una ricerca di Dio, portava a Lui quelle situazioni di dolore e chiedevo per quelle persone che potesse arrivare qualcuno ad aiutarle. Pregavo anche perché altri non incominciassero a prendere la strada della droga.

Quello che io gli chiedevo Dio lo ha ascoltato. Con il tempo ho ricominciato a leggere la Bibbia e ad andare a messa, sentivo che Dio mi chiamava a prendermi cura di quei fratelli ma io non volevo ascoltarlo, non volevo farmi religiosa.

Poi all’università ho conosciuto le suore della Sacra Famiglia. Grazie all’insistenza di suor Angela e suor Catia che continuavano a chiedermi: “Quando vieni?”, sono andata a conoscere la comunità e poi sono entrata in convento.

Sono molto felice di essere entrata in questa famiglia religiosa nella quale Dio mi ha chiamato. In questo tempo non sono riuscita a togliere qualcuno dalla strada ma sono riuscita ad evitare che alcuni ci finissero; come dice la nostra Madre Fondatrice Maria Teresa Lega “una anima solo vale più che il mondo intero”, ed è questo che vale per l’eternità e davanti a Dio.

Soy Martha Lucía Chingaté Acosta, llevo 19 años en la comunidad religiosa “Hermanas Franciscanas de la sagrada Familia”

Nací en un pueblo de Cundinamarca llamado Une; allí rodeada por las montañas di mis primeros pasos en la fe.

Mi familia es poco comprometida con la fe, pero hubo algo que marcó mi vida y permanece en mi memoria y es el testimonio  de mi abuelito, porque él oraba siempre a la Virgen María  antes de dormir y aunque era joven le pedía a Dios que en  el momento de su muerte no tuviera una enfermedad muy larga en cama y así Dios se lo concedió. Su constancia, perseverancia y amor continúan siendo un signo en mi vida.

En el colegio nos llevaban por grados a encontrarnos con el sacerdote, me gustaba participar mucho de la catequesis y era muy aplicada pero, porque el Padre nos regalaba medallas e imágenes de Dios, pero en medio de este interés, también fue creciendo en mí el gusto por la palabra de Dios que me llevaba a analizar las situaciones de la realidad  con su luz.

Con el paso del tiempo este impulso de niña quedo en el olvido, ya de adolescente Dios no me interesaba porque me gustaba la vanidad y los amigos. Cuando terminé el bachillerato nuevamente volví a sentir la presencia de Dios en la  realidad, en la  pobreza de aquellos que sufren, sobretodo me dolía tanto ver a las personas abandonadas en la calle, a los jóvenes, los niños y ancianos cuando podía les colaboraba, pero en mí existía un dolor profundo, una búsqueda de Dios con el cuál dialogaba y le pedía que los ayudará, que enviara a alguien que tuviera la posibilidad  de sacarlos de la calle y que evitara que otros tantos se perdieran en los vicios.

Mi oración fue escuchada por Dios, claro que  yo no quise aceptar su voluntad aunque algo empezó a cambiar en mí, mi libro favorito fue la Biblia, quise regresar a la misa, pero cuando me decían que por mi forma de vida, tenía cara de religiosa, yo decía con mucha incredulidad ¡NO!, pero fueron tantas la insistencias, que el Señor me condujo por último  a la universidad y allí conocí a las hermanas, había varias comunidades pero me sentí bien con esta por su sencillez y alegría, y así ingresé aunque ,si Sor Ángela y sor Catia no hubieran sido tan firmes al preguntarme ¿Cuándo es que vas a venir?, creo que lo hubiera seguido pensando por más tiempo.

Soy muy feliz de haber ingresado a esta familia religiosa a la que Dios me ha llamado, tal vez en mi vida a ninguno he podido rehabilitar de la calle, pero si he podido evitar que muchos resulten en la calle, porque considero que el legado de Madre Teresa Lega, si tiene un valor en la eternidad y que una sola alma que se salve de perecer en los vicios, vale mucho más para Dios y para nuestra humanidad.